“Así que, no los temáis; porque nada hay encubierto, que no haya de ser manifestado; ni oculto, que no haya de saberse.
Lo que os digo en tinieblas, decidlo en la luz; y lo que haz oís al oído, proclamadlo desde las azoteas.
Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed mas bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.
¿No se venden dos pajarillos por un cuarto ? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre.
Pues aun vuestros cabellos están todos contados.
Así que, no temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos.”
Mateo 10: 26 – 31
Una de nuestras mayores preocupaciones son las referidas a las expectativas de vida de la humanidad, se han logrado avances sustanciales en cuánto a la calidad de vida que puede alcanzarse con el avance científico y tecnológico, pero en contrapartida, millones de niños nacen para lamentablemente morir, víctimas de la hambruna, las guerras, la radiación, los desastres naturales, enfermedades, plagas, etc. etc.
Estas desigualdades, donde unos viven en medio de la opulencia, y otros, los más, nacen y mueren en condiciones infrahumanas, son el motor que enciende los reclamos, a los gobiernos, los sistemas, las organizaciones, las corporaciones de diverso tipo, a las religiones y por supuesto a Dios.
Hay quienes aducen de que la tierra está superpoblada, que la marginación y la miseria ha de crecer en forma proporcional a la escasez de recursos para abastecerlos a todos, se proponen planificaciones que limiten el crecimiento, uso de anticonceptivos, ligaduras de trompas, esterilizaciones, y toda una gama de recursos lícitos e ilícitos, incluidas las masacres, los genocidios y la destrucción masiva.
Para no desviarme del tema de fondo, pero también para no dejar “colgado” un pronunciamiento obligado sobre estas profundas desigualdades que hoy nos agobian, es que voy a hacer una ligera referencia al apóstol Santiago, sin duda este es un gran tema que debería ser tratado en profundidad, pero no ahora, donde lo que estamos exponiendo, si bien tiene mucho que ver, no hace a la cuestión de fondo que estamos intentando desarrollar.
Leamos a Santiago:
¡ Vamos ahora, ricos ! Llorad y aullad por las miserias que os vendrán.
Vuestras riquezas están podridas, y vuestras ropas están comidas de polilla.
Vuestro oro y plata están enmohecidos; y su moho testificará contra vosotros, y devorará del todo vuestras carnes como fuego. Habéis acumulado tesoros para los días postreros.
He aquí clama el jornal de los obreros que han cosechado vuestras tierras, el cual por engaño no les ha sido pagado por vosotros; y los clamores de los que habían segado han entrado en los oídos del Señor de los ejércitos.
Habéis vivido en deleites sobre la tierra, y sido disolutos; habéis engordado vuestros corazones como en día de matanza.
Habéis condenado y dado muerte al justo, y él no os hace resistencia.”
Santiago 5: 1 – 6
Volvamos ahora a nuestro tema central, todo esta exposición que estamos desarrollando, obedece a que alguien nos ha hecho la siguiente pregunta ¿ en qué momento se produce el ingreso del espíritu, al cuerpo que está siendo organizado, ya sea en el vientre materno, en la probeta, o en algún otro método científico de manipulación genética ?
La respuesta que voy a formular, es contundente, no se trata de una simple sugerencia o de un ejercicio de especulación teológica o filosófica, es la respuesta que está implícita en el código genético que cada uno de nosotros porta aun sin saberlo.
Sin el espíritu, no es posible la existencia de ningún ser vivo cualquiera sea la etapa de su evolución, la vida no le pertenece a la madre ni al científico, la vida sólo puede provenir de Dios, el cual es el dador de la vida.
Esto es algo muy difícil de comprender y mucho menos de aceptar pero no obstante confío en la capacidad de reflexión de cada uno, veamos lo siguiente:
Podemos alegar, por ejemplo, que nos parece inaceptable el considerar a un espíritu que mora en la presencia de Dios, que acepte participar de una experiencia de gestación que puede ser interrumpida en cualquier momento ya sea, a través de un acto involuntario o por que se ha tomado la decisión de interrumpirlo por razones científicas, económicas, presiones familiares, temores o simplemente por desinterés.
Ahora, sigamos adelante en el razonamiento, ¿ que es lo que pueda ocurrir ? lo que puede ocurrir es que por las razones expuestas o por cualquier otra que se nos venga en mente, se decida interrumpir el proceso, eso es lo único que puede ocurrir.
Si se interrumpe el proceso, ¿ que es lo que realmente sucede ? el proceso sin duda puede interrumpirse a voluntad del hombre, pero no puede destruirlo, sólo puede interrumpirlo, como se puede interrumpir una vida mediante una ejecución, por ejemplo.
La existencia humana es la existencia de los hijos de Dios, el proceso interrumpido por la razón que sea, puede ser retomado nuevamente una vez en que se cuenten con los medios que el Padre de todas las ciencias ha previsto, y cuando eso suceda, esa existencia provista de inteligencia y espíritu, continuará su evolución hasta alcanzar la medida de su creación.
El hombre no tiene posibilidad alguna de destruir la vida, puede alterar, interrumpir, detener, aun la puede adulterar o manipular, pero no la puede destruir, las consecuencias de la acción del hombre no logran destruir el plan de Dios, sólo puede distorsionarlo, hasta que llegue el momento oportuno en el cual la ciencia del Creador corregirá esas alteraciones y recuperará todas las cualidades de la especie.
De manera que aunque nos encontremos ante una célula, un embrión, un feto incompleto, una malformación genética, un discapacitado física o mentalmente impedido, nada escapa a los ojos de Dios, ese espíritu impedido de lograr su plenitud tiene la certeza, de que a su debido momento, su Creador corregirá toda alteración, y restaurará su perfecta forma.
Recordemos de que hablamos en términos de eternidad, el tiempo carece en absoluto de importancia, nosotros los que vivimos al ritmo que marcan las horas, no cuesta entender la eternidad, como nos cuesta entender que nada se pierde, que se transforma por variadas razones pero que conserva latente la información necesaria que hace posible su restauración.
No creo necesario extenderme mas en la consideración de este asunto, lo que correspondería agregar, son las consecuencias en las que incurren todos aquellos que de una manera u otra han tomado la decisión de interrumpir una vida.
No siempre la decisión de interrumpir un proceso de gestación es un acto pecaminoso, una acción de carácter delictivo o una desviación a las normas divinas, existen circunstancias muy particulares que deben ser debidamente consideradas, cuando peligra la vida de una madre, cuando se constatan malformaciones o daños a los cuales la ciencia no puede resolver, entiendo de que es válida la interrupción.
Una interrupción que no significa decidir sobre la vida o la muerte, eso claramente nos está impedido de realizar, aunque quisiéramos hacerlo, lo que yo diría estando en un momento en que debo tomar una decisión semejante, es lo siguiente:
Amado Padre que estás en los cielos, permíteme dejar en tus manos esta interrupción que las circunstancias adversas me obligan a realizar, encomendándote Señor que en su debido tiempo, cuando tú lo estimes conveniente, permitas que puedan ser superadas las actuales dificultades y retome su desarrollo hasta alcanzar su perfecto estado.
Hay incontables situaciones a las cuales solo