Ii Parte Las Minas Del Rey Salom?n En Am?rica Por Samuel Akinin Levy
La gente aún medio incrédula, se tornó risueña, entre ellos, afloró cierta sonrisa. En la explicación había cosas no muy claras, ninguno podía entender en sí a los hechos.
Estaba por demás entendido que éste era un tema demasiado profundo, la Biblia, o lo que ellos habían aprendido de ella, les decía que ciertas cosas no se discuten, por lo tanto no se deben analizar y se supone que contiene secretos guardados en clave. Era de esperar que el mismo Rey, era el único con derecho a hacer ese tipo de comentarios, con todo y ello, hubo un cambio rotundo en su actitud, ninguno de ellos iba a demostrar su ingenuidad, se puede decir que se pusieron de acuerdo y a coro celebraron con risas y cierta alegría, el acontecimiento, y eso quizás, fue la chispa que encendió un nuevo sentido, y un gran deseo de ser un Rey explorador. Fue entonces, cuando Salomón basado en lo que ya había hecho su antepasado Noé, aprovechando sus conocimientos y dominios de la Biblia, desde ese instante se tomó la tarea de reproducir un nuevo Arca.
La reunión continuó seguida de una gran fiesta. Las mesas estaban repletas de los mejores y más hermosos platos de la época: corderos asados, platones llenos de piezas de pollo, pescados de ríos y de mar cocinados de varias maneras. Unos platos llanos que portaban garbanzos machacados con salsa de tahína, al igual que platos con berenjenas cocinadas, y unas aves de caza. A los lados bandejas con dulces de la época realizados con pistachos, almendras, dátiles, pasas, y nueces. Una gran cantidad de garrafones de vino que de alguna manera se combinaban con los colores de los hermosos y vistosos trajes que portaban los ministros. En fin ése fue un día de fiesta, que lleno de visiones y sueños, simplemente se adelantaba en los tiempos.
Hay que comprender que en ese momento, Salomón se hallaba en la cúspide de
su gloria, el reinado estaba dando muestras de la grandeza de su acción. Mientras tanto, él, ya había dado comienzo a otros sueños y todo ello ocurre, durante sus años más creativos, mientras se ocupa de construir el Primer Templo y su Palacio. La historia nos deja ver que fue ese mismo día cuando comenzó a dar instrucciones a sus capitanes y obreros y con los detalles bíblicos más el aporte y la experiencia de los fenicios, se comenzaron a ordenar las ideas y luego, se dio orden para que se elaborasen planos. Ya una vez vislumbrada la obra a realizar, se ordenó la puesta en marcha. Primero se ordenó localizar y adquirir las mejores y más resistentes maderas. Y es que contando con la susodicha manos a la obra, la gente dio comienzo a su trabajó de manera optimista por los casi tres años que duró la construcción. Como dijimos anteriormente hay que reconocer que además, hubo el apoyo y la participación de otros pueblos vecinos, mismos que colaboraron con maderas y con una parte experimentada de mano de obra.
Aunque la construcción del mismo se estaba realizando en un sitio cercano al mar,
en una ciudad a la que hoy creemos pueda ser Ashdod, el ajetreo en palacio era inusual, daba envidia ver cómo y cuánto la gente se movía; pareciera ser una obra con vida propia, capaz de involucrar de manera emotiva a todos los que algo tenían que aportar sobre la misma y a su vez este mare magnum ejercía una energía contagiosa por lo cual hasta los no involucrados comenzaron a hacer, a producir cambios, tanto en lo referente a sus propias edificaciones, tiendas, sinagogas, hasta dentro de sus mismas casas. Fue una época en que la mano de obra escaseaba. De todos los polos venía gente con ganas, necesidades y deseos de trabajar. Ver a la ciudad de Jerusalén con el espíritu, la confraternidad, el movimiento, la acción era algo digno de encomio, y así fue, mientras duró. Pues permaneció inalterable el ánimo, el empuje, y la dedicación movida por la fe y como sabemos, siguió con gran ánimo hasta su culminación.
Saltar tres años de arduo trabajo para decir simplemente que se culminó, no haría
justicia a lo que en realidad sucedió. Nadie pudo imaginar la cantidad de carpinteros que fueron contratados para las distintas edificaciones, las bestias de carga arrastraban: unas, árboles enteros, otras, trozos de madera ya cortadas y calibradas para las distintas partes en que debían de ser montadas. En ciertos lugares se podía apreciar miles de metros cuadrados de tierra, sirviendo de reposo a leños para obtener del sol el calor necesario para ser secadas.
Fue un tiempo de bonanza, todo el pueblo tenía trabajo, no se sentían necesidades y hasta los más pobres podían y de hecho ayudaban de diferentes maneras. Antes de dar comienzo al montaje de todos los elementos, vino el apisonamiento de la tierra, carruajes portando millares de piedras de río, servían para ir rellenando el hueco en el que a posterior se posaría esta gran nave. Cada día que pasaba dejaba rastros de los logros, así, en un repaso veloz vimos primero un solar muy cerca del puerto, más tarde un hueco de casi cincuenta metros de largo por doce de ancho y por unos setenta centímetros de profundidad, también pudimos ver una montaña de tierra que había sido sacada de todo ese espacio, al igual a su lado un montón de piedras que crecía día a día y que después pasaría a formar junto con la arena el cuerpo sólido como para permitir
soportar su peso y para más tarde dejar que en la rampa ya hecha, pudiese una vez construida la nave, rodar hasta penetrar, y ser botada en el mar.
El día en que se dio comienzo a esta obra, marcó un hito en el pueblo, un deseo
del Rey de hacer, contagiaba a los súbditos por complacer. Por otro lado, se podría decir que cada uno de los dibujantes y diseñadores del reino, tomó o quiso tomar parte en la planificación y propuesta del gran proyecto del barco. Todos sus ciudadanos de una u otra manera querían acercarse al Rey, y ésta era una excelente forma de hacerlo. A su vez, el Rey quien estaba convencido que éste sería un trayecto largo y edificante, Él, quería para alguna de sus esposas reinas o las concubinas, a las que iba a mandar al exilio, darles comodidad y lujo. El barco en sí no tenía camarotes individuales como los de hoy en día, pero sí contaba con varios salones muy amplios que servían para este efecto. De adentrarnos a uno de los aposentos diseñados para albergar y hacer el papel de dormitorios, nos daríamos cuenta de lo que fue al fin su decoración, ésta era por así decir clásica, en lo concerniente a lo habitual, se había tomado un esmerado cuidado en reproducir a la existente en los cuartos de las esposas en palacio; este aspecto fue algo sugerido a los arquitectos y diseñadores directamente por el mismo Salomón, pues así, supuestamente lograría de ese modo, hacer a esas mujeres, más confortable la travesía.
Al ubicamos dentro de los que al fin fueron aposentos, podemos estar claros de lo
que se podía ver, se destacaba en el suelo una cantidad de pieles que servían de
colchones, y éstas a su vez servirían para poder mitigar cualquier tipo de miedos y
escalofríos. Adosados a las paredes estaban unos grandes muebles, como gabinetes en el que se guardarían las pertenencias de cada una de las mujeres. A diferentes alturas estaban colocadas unas piezas de metal que bien podrían ser hasta de oro o de cobre tan bien pulidos que fungían de espejos. También vale destacar que al detallar las paredes ellas, estaban cubiertas con sedas, largos y hermosos tules, y tapices daban mucha fuerza a la decoración, y las mismas contenían dibujos con alegorías variadas, estaban previstos ciertos lugares para el aseo personal y contaban con palanganas de distintos tamaños unas para hacer las necesidades otras, para el acarreo de agua y otros líquidos; en muchas de las esquinas había unas especies de hamacas acolchadas, elaboradas con seegrass (hierbas secas y de gran resistencia que se encuentran en los mares), mismas que pendían de algunas paredes.
Otros grandes espacios se habían diseñados para servir como comedores, varias
mesas alargadas de uno y otro lado, portando una especie de taburetes de madera que a la vista suponían ser incómodos pero que servían para el propósito asignado. También estaban los espacios que se emplearían para comer la servidumbre, y otros varios para depósitos de comidas y utensilios. La travesía no tenía previsto un tiempo determinado, por ello, se contó con un departamento que se encargaría de la distracción de las reinas, para ello contaban con ciertos enanos que apoyados por músicos lograrían con sus danzas, mímicas o bromas hacer un poco menos pesado el viaje. Otros aposentos estaban destinados para almacenar, y para ello contaban con una variada serie de vasijas de barro portando aceitunas, pasas, vino, aceites, harina, levadura, ajos, pimentones, garbanzos, miel, azúcar, sacos llenos de dátiles, además habían embarcado algunas cabras, corderos, ovejas, unos terneros, unas vacas lecheras, erizos, un buena dotación de pescado curado en sal, algunos gallináceos, unos asnos, dos caballos, unos perros, algunos gatos, y una gran ración de agua fresca, vale la pena destacar que los fenicios tenían como práctica el ventilar y airear el agua, ello lo hacían descargando de una vasija a otra por medio de unos vasos que asemejaban a los empleados luego por decantadores de vino. Era una manera eficaz que les permitía contar con agua fresca a todo momento.
En cubierta colocaron ciertas plantas de flores y algunas frutales, lo que daba al barco, una visión como de mayor estabilidad, supuestamente esto, se tomó en cuenta, con la intención de aminorar en la mayoría de los casos, la sensación de mareo.
En lo referente a la cocina o mejor dicho los utensilios que se emplearían para dar
de