programado, preparado miles de años antes en los que se contaba con animales vivos que les surtían leche fresca, al igual que gallinas ponedoras, aves de corral, y llevaban expertos pescadores que mantenían a diario surtida la cocina con las riquezas del mar. La marcada diferencia entre esta embarcación y la de Noé, la hacía al haber sido eliminado el techo, con ello se logró un detalle muy importante, en cubierta se podía además de guiarse por las estrellas, pasear, tomar aire fresco, sentir libertad, todo gracias a que para este viaje no se temía otro diluvio. Con las modificaciones para la instalación de las velas se logró ver el majestuoso cielo y permitir que ciertas plantas ayudadas por la luz del sol pudiesen crecer y desarrollar. Tomando en cuenta las dimensiones del barco, su altura y calado, y previendo que en el viaje tuviesen que desembarcar y con ello atravesar algunos ríos, se incluyeron como carga unas barcazas y unos pequeños botes muy parecidos a los que después encontraron los navegantes de Colón, eran usados por los indígenas y que éstos llamaban canoas. Si regresamos a la palabra anterior nos encontramos con otra palabra de gran significado que durante el desenvolvimiento de la novela nos irá demostrando la autenticidad de los hechos. Canoa: Ca es un vocablo que en hebreo significa (como) y Noah remembrando a (Noé) o sea algo que flotaría tal como hizo Noé, según la Biblia (Canoa).
Y para darnos cuenta de la posibilidad real del viaje, podemos leer en los salmos:
26Hizo también el rey Salomón naves en Ezión-geber, que está junto a Elot en la ribera del Mar Rojo, en la tierra de Edom.
27Y envió Hiram en ellas a sus siervos, marineros y diestros en el mar, con los siervos de Salomón, 28los cuales fueron a Ofir y tomaron de allí oro, cuatrocientos veinte talentos, y lo trajeron al rey Salomón.
1La flota de Hiram que había traído el oro de Ofir, traía también de Ofir mucha madera de sándalo, y piedras preciosas.
12Y de la madera de sándalo hizo el rey balaustres para la casa de Jehová y para las casas reales, arpas también y salterios para los cantores; nunca vino semejante madera de sándalo, ni se ha visto hasta hoy.
13Y el rey Salomón dio a la reina de Sabá todo lo que ella quiso, y todo lo que pidió, además de lo que Salomón le dio. Y ella se volvió, y se fue a su
tierra con sus criados.
Antes de comenzar nuestro viaje creo sería conveniente dar una vuelta por la ciudad de Jerusalén, apreciar su arquitectura, ubicación y demás. Para trasladarnos a esa época, deberíamos dividir la imagen en tres etapas: antes, durante y después de la construcción del Templo. En su primera etapa Jerusalén, detallamos que la misma era una pequeña ciudad, construida sobre los escombros de antiguas ciudades y que en esta oportunidad se había realizado como una fortificación, puesto que la misma, había sido atacada y defendida desde su mismo nacimiento. Sus alrededores, fuera de pequeñas tiendas de campaña, de vendedores que se acercaban a la ciudad para ofertar variados productos, y de algunos pobladores que permanecían en las afueras en la espera el de encontrar albergue, el horizonte se podía distinguir, era inhóspito, toda una zona casi desértica, que en nada se parecía a la Tierra Prometida por Díos a los judíos, en las cuales habría uvas, muchas plantas al igual que leche y miel. Esto nos permite ver con claridad que la fe mueve montañas, pues los judíos ante ese panorama se sentían como en la gloria. Aquellos fueron tiempos difíciles, las guerras que los primeros Reyes Saúl y David tuvieron con las diferentes tribus y demás, no era una situación como para creer que Jerusalén les había sido entregada a los judíos, más bien pareciera ser que fue ganada a puro pulso. Cuando dio comienzo al reinado del Rey Salomón, la situación ya fue otra, se respiraba paz y por primera vez una tercera generación de judíos pudo pensar en cosas productivas. Es increíble la metamorfosis que en apenas diez años tuvo todo el entorno. Indiscutiblemente Jerusalén fue durante este tercer período un gran reino. Una empresa tan grande, de tal significación e importancia como las que se estaban construyendo, reflejaban la seguridad que su gobernante le hacía ver a su pueblo.
Durante casi veinte años, Jerusalén nacía cada día, a cada momento se descubrían nuevas edificaciones, los trabajos encomendados por el Rey generaban en otros, deseos de hacer, y así era muy alegre el ver la cantidad de obreros ocupándose de una obra o de otra, era algo digno de notar, miles y miles de hombres pletóricos de fe cargando o arrastrando piedras, algunas hasta de once metros de largo por un metro ochenta de alto, que previamente habían sido cortadas y talladas para ser adosadas en su lugar, esto se hacía con tal precisión que no requiriese luego el generar ruido o dar la impresión que fuese de una obra de construcción cualquiera, era como si se tratara de un rompecabezas en el que toda pieza estaba asignada a un lugar especial, el solo saber que una vez terminada la obra, ésta serviría para proteger el Arca de Dios, daba aliento para seguir trabajando sin desgano, con pasión, y esperanza. Fue en verdad una época dorada, en la que el compañerismo de sus ciudadanos era el emblema personal y común de un pueblo.
También había un segundo disfrute, en momentos de descanso, los obreros de un lugar se desplazaban a otros para ver como se iban desenvolviendo las diferentes piezas inmobiliarias. A veces unos, los más pudientes algunas veces hasta acompañaban al Rey y a su comitiva para ir de visita una que otra vez al puerto que se encontraba cercano a la ciudad que hoy, suponemos se llama Ashdod, donde se estaba construyendo el nuevo Arca. Ese acontecer era como visitar un lugar festivo, era, como lo que podemos hoy ver en un circo, en una feria, un lugar pleno de espectadores ansiosos de disfrutes visuales.
Podemos suponer que sin lugar a dudas aquella distracción buscada era con creces alcanzada. Desde el ciudadano más humilde hasta el mismísimo Rey se deleitaban al cansancio con lo que veían. Y así como florecían los árboles en primavera, la ciudad vivía en una constante primavera, en la que el brote de sus obras emulaba a las hojas o flores de las plantas.
La ciudad amurallada de Jerusalén, también llamada ciudad santa, hasta hoy, es
una ciudad respetada y venerada por los fieles de las tres religiones monoteístas:
musulmanes, cristianos y judíos (pues la mayor parte de los profetas y mensajeros
vivieron o estuvieron alguna vez en la ciudad, como Abrahán, Jacobo, Isaac, Jesús, María, José, Juan, Zacarías, Salé y Mahoma. Las leyendas dicen que Adán se encuentra enterrado en una cueva entre Jerusalén y la sepultura de Abrahán. Caminar por sus limpias calles era deporte nacional, ir de un monumento a otro, encontrando en el camino un surtido muy variado de infinidad de productos, unos para uso personal tales como: alfombras, tapices, velos, vasos, vasijas, ropa, animales de tiro, etc., era algo normal, aún pasados estos siglos Jerusalén continúa mostrando sus productos a los visitantes.
Durante el recorrido que hicimos, nos encontramos camino de la hoy conocida como Mezquita de Al Aqsa: Este es el segundo Templo construido por Abrahán, el primero fue el hoy conocido como la Kaaba en La Meca (Arabia Saudita). Al Aqsa quiere decir “la más distante”, llamada así más de dos mil años más tarde por los musulmanes, por encontrarse distante de la ciudad de la Meca. Al otro lado vemos en su esplendor como retando al mismo sol, La Cúpula de la Roca la que fue considerada como un santuario y sinagoga por Abrahán, Jacobo y otros profetas. David y Salomón también la consideraron como un sitio sagrado. A un lado está: Al Buraq: Este es el muro que rodea al oeste, luego Al Aqsa, como ya dijimos anteriormente convertida así en Mezquita desde la aparición de Mahoma unos mil años más tarde, todo en sí, es una parte indivisible del Santuario. Llamado Muro de las Lamentaciones por los judíos, y se supone que Al Haykal fue construido en este mismo sitio por Herodes en el año 18 AC y destruido por Tito en el año 70 DC. Podríamos seguir dando vueltas por toda la ciudad, por sus calles llenas de balcones y de terrazas alegres, conversar con su gente, con la mezcla de razas, religiones y culturas reinantes, visitar mezquitas, sinagogas, y espacios públicos, entrar en algunas tiendas, ver las telas, sandalias, la venta de víveres, los sitios esos tan especiales donde se fabrica pan, pita, humus, babaganush, shiskebah, ensaladas, pescado cocho, garbanzos, dulces, yogurt, las esplendidas joyas con sus filigranas en platería, las trabajadas pulseras y zarcillos de oro, la divina cerámica, los vasos traídos de otros lares y tantas otras cosas más, podríamos hablar y detallar, pero como este libro no trata de convertirse en una especie de agenda turística, creo que debemos volver a lo que más nos interesa.
No podemos olvidar, que durante este espacio de tiempo sucedieron muchas cosas. Por todos es sabido que su padre el Rey David, dio comienzo a la construcción del Templo, de hecho vale la pena enfatizar, que el llamado Muro de los Lamentos, única parte que sirve como testigo de una obra y de una época ya pasada que se mantiene erguida, fue su aporte, más según cuentan los profetas, por tener sus manos manchadas con sangre, Dios, no le permitió construir el Templo, esto fue reservado para Salomón y aunque fue David quien luchó con muchos pueblos que disentían ideas y religiones del mismo modo que antes lo hizo el Rey Saúl, ahora a Salomón con la