Lore no entiende nada. Mientras bosteza, las palabras de Luna se amontonan, se pierden entre las sábanas. Se despereza y le pide a su amiga que al menos la deje lavarse la cara.
– ¡Luna! ¡Son las siete de la mañana! -le grita desde el baño.
Está enojada porque sabe que, como le ocurre a la mayoría, una vez que el agua fría toca sus ojos no puede volver a dormirse. Ellas acostumbran despertarse a las ocho, desayunan rápidamente algo liviano, se chocan mientras entran y salen del baño, vestidas o a medio vestir, y llegan a las corridas a la puerta del local para nunca abrirlo a las nueve en punto. En definitiva, se consuelan, la mayoría de los turistas caminan por el centro a media mañana. Además, entre los que madrugan se nota una tendencia a caminar por la calle antes que adentrarse en las galerías. Parece como si la luz del sol les diera vitalidad.
¡Eso sí! Durante las mañanas de lluvia, han llegado a encontrarse extranjeros esperando. Es increíble el atractivo que tienen los mates y los productos regionales para el turista. Si bien es algo que ocurre en todo el mundo, para Luna nunca dejó de ser fascinante. Miles de veces tuvo que decir la palabra “mate” tres o cuatro veces, hasta que el extranjero en cuestión, siempre sonriente, lograra pronunciar la palabra mágica.
– ¿Se puede saber qué bicho te picó? ¡Estas ojeras no me las saco ni con un café doble!
Lore será la chica más despistada de Bariloche, pero tiene una energía positiva, como dice la mujer del local de chocolates, inigualable. Cuando toma frío y tose un poco, Luna imagina que salen pedacitos de nubes por su boca. Tiene una curiosa creencia que debe ser lo único que no compartió con su amiga: cree que su nombre fue el puente que permitió tan linda amistad. “Si no me llamaba Luna tenía que llamarme Nube o algo así”, piensa para sí misma con una sutil sonrisa dibujándose en sus labios. “Si me hubiera llamado Soledad o Penélope seguiría esperando su amistad. O trabajaríamos juntas, como ahora, con la diferencia de que estaríamos a años luz, como sucede con esas parejas que dejaron de amarse y siguen juntos por inercia, por hábito, por costumbre, compartiendo únicamente una historia pasada”.
– Vení, Lore, sentate conmigo que te quiero contar algo.
Lore se asomó desde el baño con el cepillo de dientes en la boca. Abrió los ojos bien grandes y Luna se rió. Las caras de su amiga eran la evidencia de sus capacidades histriónicas.
– No me asustés, Lunita. Hablando en serio, ¿pasó algo?
– Me voy, amiga.
– ¿Vos me estás cargando?
– No, Lore. Me voy.
El silencio de lo inesperado se sostuvo un instante, hasta que se abrazaron y lloraron juntas. Fue uno de esos llantos emotivos que distan de la tristeza. En cada una de las lágrimas había una fusión de alegría y miedo. Alegría porque no hay otra palabra tan adecuada como esa para representar lo que implica tomar las decisiones que nos permiten cumplir nuestros sueños. Miedo porque los cambios lo conllevan, no hay vuelta que darle.
P.Mariosa “La clave estuvo en la prolijidad”
2010-08-11 | Luego de anunciar su retiro la temporada pasada, Gastón Defago volvió a ponerse la camiseta del primer equipo de Náutico Arsenal y su actuación fue muy importante para que el “tricolor” pueda derrotar a San José. Tras ese juego, El DEBATE dialogó con el “Tosta” quien analizó lo sucedido.
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